¿Qué es la Navidad?
Por: Fernando López
Para distintas profesiones de fe, es la celebración del nacimiento del Hijo de Dios, del Creador, del Mesías, de Jesucristo, del Redentor de nuestros pecados.

Es el regocijo de sentir que el Rey de Reyes viniese a la tierra, sin anunciarse con bombos y platillos, sin nacer en una cuna de oro y miles de personas sirviéndole y guardando sus espaldas. Todo lo contrario, nace en un pesebre, sin más abrigo que el calor de unas mantas con las que María, su madre, le arropa, y rodeado de un buey y una vaca, y según las Escrituras, ovejas que, con su calor, brindaron un ambiente cálido al recién llegado.
La celebración de aquel nacimiento, se ha llevado a cabo por más de dos mil años. Una época en la que se repite incesantemente, “Paz en la tierra a los hombres de buena voluntad”. Fecha en la que se dice que todo se cubre de amor, de fraternidad y que el odio, la ambición y el rencor se olvidan y los “malos” se convierten en “buenos”.
Sin embargo, pese a lo escrito en la Biblia sobre que debemos amar a nuestro prójimo, pareciera que en este año especialmente, poblaciones como Rusia y Ucrania enfrentan una guerra que ha cobrado cientos de vidas humanas sin que se vislumbre un alto al fuego definitivo. Israel fue atacado con saldo trágico en aquel primer ataque, perpetrado por Hamas. La respuesta no se hizo esperar y el pueblo palestino ha sufrido las consecuencias. Muertos y heridos inocentes. Infraestructura física y social destruida. Con cada muerte, se siembra una semilla de odio. No hay cabida para el perdón.
Para el resto del mundo, son guerras que enfrentan naciones por distintas causas, la verdad, no hay nada que justifique matarse entre hermanos. O escribí en más de una ocasión durante el conflicto armado interno que vivimos en Guatemala, la guerra es una acción que enfrenta hermano contra hermano. Es una guerra estéril. Fue, es y será una excusa permanente para revivir los momentos de angustia vividos por padres y hermanos de uno y otro bando.
Firmada la Paz, los guatemaltecos deseábamos que la prosperidad llegara a cada rincón de nuestro país. Que de nuevo la infraestructura física se recuperara y que el tejido social poco a poco sanara las heridas y dolor padecido. Han transcurrido 27 años de la firma de esa Paz que tanto se esperaba, luego de las largas conversaciones respecto a los distintos Acuerdos de Paz, firmados la mayoría por el presidente Ramiro De León Carpio (+).
Han transcurrido 27 años y hemos tenido ocho Presidentes que lejos de dar cumplimiento en su totalidad el contenido de los Acuerdos de Paz, se han dado a la tarea de frenar su avance y dar miles de explicaciones para justificar su incumplimiento en el tiempo que se había señalado en la calendarización de su verificación positiva para el país.
Pero esta columna no es para tratar este tema en específico, me he referido al tema de los Acuerdos de Paz y a las guerras que se libran al otro lado del mundo, porque estos días en que se celebra el nacimiento de Jesús, Hijo de Dios hecho hombre sea propicio para que, en cada corazón, con verdadero amor a nuestros semejantes hagamos un pacto.
Un pacto que será nuestro compromiso darle cumplimiento. Un pacto en el que prive la razón, la verdad, la sinceridad, el deseo porque los resentimientos, la envidia, la ambición y el rencor sean expulsados de nuestros corazones y en su lugar se anide el deseo de ser cada día mejor que el anterior. Que se borre de nuestro semblante la dureza y de nuestra boca no escape ninguna palabra que hiera.
Mis mejores deseos porque haya PAZ en cada uno de los hogares de nuestro país y, ojalá en el resto del mundo. Que el abrazo que demos, sea con respeto y aprecio, pero sobre todo, con el mejor de los deseos porque todos encontremos LA PAZ y que el Año Nuevo abra nuevos caminos para que tengamos una mejor calidad de vida y desarrollo.